La Asociación de Mujeres Saharauis en España (AMSE) se suma a las multifacéticas actividades en conmemoración de la Jornada Mundial de Solidaridad con las Mujeres Saharauis que se celebra anualmente cada 18 de Febrero desde que fué convocada por las organizaciones de mujeres de los cinco continentes integradas en la denominada Marcha Mundial de las Mujeres (MMM). AMSE felicita a los precursores de ésta loable iniciativa de apoyar y solidarizarse con las féminas del último vestigio colonial en África, el Sáhara Occidental, las cuales son consideradas como un ejemplo de emancipación dentro del mundo árabe y musulmán.
Fuente: Berta Cao. La convocatoria de esta Jornada, que tiene carácter permanente, surge del debate iniciado en el IX Encuentro Internacional de MMM, en 2013, y se aprueba en el II Encuentro Regional Africano de la MMM, celebrado en Johannesburgo (Sudáfrica) el pasado noviembre, donde participó de manera activa la Unión Nacional de Mujeres Saharauis (UNMS), la organización referente en el seno tanto de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) como del Frente Polisario.
La jornada centra su apoyo en las demandas fundamentales del pueblo saharaui: el reconocimiento del derecho de autodeterminación y de la RASD, la convocatoria del referéndum, la liberación de presos y presas, el fin del saqueo de los recursos naturales del Sahara Occidental. Convocatorias ante representaciones diplomáticas de Marruecos (y también de España), cartas a Naciones Unidas, mensajes de solidaridad a la UNMS. Nada sobre cuestiones relacionadas con los derechos de igualdad o derechos de las mujeres (salvo de las presas). El apoyo a la causa saharaui genera este tipo de contradicciones. Lo primero es la autodeterminación. Lo prioritario es la RASD. Luego viene todo lo demás.
La situación de las mujeres en los Campamentos de Refugiados Saharauis, cerca de la localidad argelina deTinduf, los territorios desérticos cedidos por Argelia para el refugio de la población saharaui que se exiliaba de los territorios ocupados por Marruecos desde hace cuarenta años, ha pasado por varias etapas, todas críticas, siempre bajo la cobertura de la UNMS, creada en 1974 al amparo del Frente POLISARIO para “concienciar y visibilizar la presencia de las mujeres en la sociedad saharaui”.
En un primer momento, con la esperanza de temporalidad y en una situación de guerra, las mujeres eran las organizadoras de la sociedad. Y las maestras, las doctoras, la referencia. Estudiaban en Cuba, en Argelia, prácticamente ninguna en España, que abandonó, como ya sabemos, a la población de su colonia sin preocuparse en estas cuatro décadas del devenir de sus gentes.
La vuelta de los hombres a la Hamada, la construcción del Muro de la Vergüenza marroquí, la negativa mundial a reconocer a la RASD y el aislamiento fueron configurando una nueva realidad para las mujeres saharauis, que han ido articulando país y generando necesidades como si el refugio fuera el puerto de llegada. Y afrontar los problemas reales, acrecentados por la escasa capacidad económica, de recursos, de independencia.
La UNMS organiza a las mujeres y la vida en los Campamentos de Refugiados, desde cursos de capacitación a la búsqueda de nuevos modos de vida a través de la creación de pequeños negocios, la implementación de programas sanitarios o las Casas de la Mujer, hasta las necesidades de las mujeres en la diáspora y la denuncia de la situación de las mujeres saharauis en los territorios ocupados y las presas. La participación política es uno de los escollos más complicados, como todas las mujeres en todos los países: el gobierno actual de la RASD, con 29 miembros, sólo cuenta con cuatro mujeres, y con carteras absolutamente feminizadas: Educación; Cultura; Formación Profesional, Función Pública, Empleo; Asistencia Social y Promoción de la Mujer.
Posiblemente la lucha más silenciosa de las mujeres saharauis es la del mantenimiento de las creencias religiosas en el ámbito privado, tras años de presión islamista primero desde Argelia, luego Malí y ahora desde los distintos grupos que van sembrando de terror el Sahel. La aconfesionalidad de la RASD es fundamental para la construcción de una sociedad democrática donde mujeres y hombres sean iguales, en derechos, en acceso a los bienes y a los recursos.