El periódico "El Diario.es" ha publicado un interesantísimo reportaje sobre las mujeres saharauis que llevan varios años haciendo una labor digna de elogiar: la limpieza de las millones de minas antipersonales sembradas en el Sáhara Occidental como consecuencia de la guerra que se libra en éste último vestigio colonial en el continente africano.
Bajo el título de "Mujeres que limpian de minas el Sáhara" la autora del reportaje, Maribel Hernández, escribe textualmente:
El trabajo en el desminado de un equipo de mujeres desafía los estereotipos
de género en el Sáhara Occidental, uno de los territorios con mayor número de
minas del mundo
Desde 2006, la organización británica AOAV ha limpiado 26 millones de
metros cuadrados y destruido unos 22.000 artefactos explosivos
"Me especialicé en ecología animal, pero aquí en los campamentos no
hay trabajo en eso, así que tenemos que buscar otras cosas", dice
LIaughiha Mohamed Embarek, una de las mujeres dedicadas a este oficio
Con más de 2.700 kilómetros, la barrera levantada por Marruecos en el
Sáhara Occidental es el muro militar más largo del mundo. No es su único
récord. Esta extensa frontera se considera uno de los territorios más poblados
de minas terrestres, legado de un conflicto que sigue afectando el día a día de
las comunidades nómadas que habitan esas tierras. Restos escondidos y letales
de la guerra que han provocado accidentes –en ocasiones mortales– a unas 2.500
personas, según calcula AOAV(Action On
Armed Violence), la única organización internacional activa, desde 2006, en el
desminado de la zona. La ausencia de estadísticas oficiales hace temer que la
cifra sea aún mayor.
LIauguiha Mohamed Embarek saluda en un castellano fluido, aprendido durante
algunos de los veranos de su infancia que transcurrieron en España. Esta joven
de 24 años es una de las tres mujeres que en la actualidad forman parte de los
equipos de limpieza de minas desplegados por AOAV –con el apoyo de la ONU y en
cooperación con el Frente Polisario– en el Sáhara Occidental. "Estudié
Biología y me especialicé en ecología animal, pero aquí en los campamentos no
hay trabajo en eso, así que tenemos que buscar otras cosas, cada uno trabaja en
lo que puede para vivir”, comienza a contar desde la oficina de esta ONG, en
Rabuni.
Esa otra cosa a la que LIaughiha llegó casi por casualidad ha sido
tradicionalmente considerada una tarea de hombres. "Al principio había un
poco de escepticismo entre el personal masculino", explica Minetu Larabas
Sueidat, coordinadora del Programa de Acción sobre Minas de AOAV en el Sáhara
Occidental. "Muchos no esperaban que las mujeres resistieran en este
trabajo, pensaban que lo dejarían enseguida por miedo o por las duras
condiciones, pero no fue así. Eso les sorprendió mucho y después de un
tiempo dejaron de darle importancia. Hoy trabajan de igual a igual. Simplemente
se olvidaron de que son mujeres", recalca Minetu. De las 87 personas que
trabajan para AOAV en la zona, 79 son saharauis. De ellos, tan solo diez son
mujeres.
A LIaughiha la oportunidad le llegó a través de un vecino. "Me dijeron
que en AOAV estaban buscando gente y vine a la oficina. No sabía exactamente en
qué consistía el trabajo pero cuando me lo explicaron enseguida me interesó. Yo
ya había oído hablar de esto, sabía que había mujeres realizando estas tareas.
Además, tenía una razón personal, una experiencia que viví cuando era una niña.
Realmente, fue eso lo que me impulsó”, recuerda.
Segundos después las lágrimas comienzan a deslizarse por su rostro, como si
esa memoria dolorosa guardada durante más de una década irrumpiera de nuevo
devolviendo a Llaughiha a sus diez años, a su brazo roto y a aquel hospital
donde vio a una niña llorar y llorar, llamando desconsolada a su tío antes de
que le amputaran los dedos y una de las piernas. "Yo no era muy consciente
de lo que le había pasado a esa niña, pero en aquel momento entendí que las minas
eran algo muy serio".
En un estudio realizado en
2008, AOAV identificó alrededor de 200 áreas afectadas por la presencia de
minas, bombas de racimo y otros artefactos explosivos a lo largo del muro.
Hasta ahora, se han conseguido limpiar las regiones de Tifariti y Bir Lahlou y,
en estos momentos, los equipos trabajan desminando campos en Mijek y Mehaires,
detalla Minetu, quien califica la situación de "problema humanitario"
debido al riesgo constante en que viven los lugareños, que suelen desplazarse a
esas zonas con el fin de alimentar a su ganado.
"El Sáhara es uno de los lugares más desafiantes para trabajar en el
desminado, incluso el personal internacional lo dice. Las condiciones son muy
duras, temperaturas muy frías en el invierno y demasiado cálidas en verano,
tormentas de arena…", advierte Minetu. Pero ese tipo de inclemencias no
asustaron ni a Iaughiha ni a su precursora, Mariem Zaid, la primera saharaui
que hace seis años se puso el aparatoso uniforme de desminadora y salió de los
campos de refugiados con la tarea de localizar y destruir minas terrestres.
Nunca antes había viajado a ninguna parte.
Mariem fue la primera en romper ciertos estereotipos de género como la
arraigada creencia de que una mujer es menos capaz que un hombre de acometer el
trabajo físico y psíquico que requiere el desminado. "A Mariem nunca le
importó, decía que le daba igual lo que pensaran, que cuando estaban en el
campo todos eran iguales", subraya Minetu al tiempo que recuerda que en
aquel momento las cosas eran diferentes. "Las mujeres eran consideradas
las responsables de lo doméstico y, si trabajaban, lo normal es que lo hicieran
como profesoras, médicas o en oficinas, no que se dedicaran a estos trabajos
tan arriesgados. Pero ahora las familias están muy orgullosas, las desminadoras
son mujeres muy respetadas por la comunidad”.
Hoy, Mariem ha vuelto a Smara, donde a sus 28 años se prepara para ser
madre. Probablemente no vuelva a los campos de minas, pero se ha convertido en
una líder que apoya a las nuevas desminadoras. Hasta su casa se dirigió
Iaughiha tras presentarse al puesto de trabajo. "Quería que me lo
explicara todo", relata la joven.
Mariem ha dicho en alguna ocasión que para desminar hay que mantener la
seriedad, ser persistente y, sobre todo, tener confianza en uno mismo. La
autoconfianza como clave del éxito. Iaughiha transmite esto último. En cuanto
consiguió el puesto se entregó con entusiasmo a la que sería su primera misión.
Era septiembre de 2013. Primero, un mes de entrenamiento en el que aprenden
todo lo básico que deben saber, manejar el radar, qué hacer en caso de detectar
algo, etc. Para ello se desplazaron hasta la base de Mijek, donde serían
capacitados 23 nuevos saharauis que trabajarían en 14 puestos de desminado.
Tras acreditarse, siguiendo los estándares internacionales ( IMAS), llega el
momento de la verdad.
"El primer día me levanté muy temprano y me puse el uniforme. Me
sentía muy feliz y tenía mucha curiosidad”, rememora Iaughiha. Reconoce que no
tenía miedo. "Me había concentrado mucho durante el entrenamiento, sabía
muy bien lo que tenía que hacer y estaba muy segura de mí misma. Nunca olvidaré
ese día en el que ya todo era real", afirma con orgullo.
Permaneció poco tiempo en aquella primera misión. Aquejada de fuertes
migrañas, se vio obligada a regresar a casa al cabo de unas semanas. Durante
esos días no localizó ninguna mina, aunque sí recuerda la emoción que sintió
durante el entrenamiento cuando su radar comenzó a emitir fuertes señales.
"Empecé a gritar: ¡una mina, una mina!, pero no era más que un gran trozo
de metal”, ríe.
Las misiones tienen una duración aproximada de unos tres meses. En esta en
la que LIaughiha trabajó por primera vez se limpiaron alrededor de 125.000 m²,
a un ritmo de 1.940m² por día, y se localizaron 66 restos explosivos de guerra
(minas, bombas de racimo y otros artefactos). Cuando se localiza una mina, se
avisa al supervisor y se estudia todo lo relativo a su detonación, cuánto TNT
se va a necesitar según el tipo que sea, y se prepara. Tras la cuenta atrás,
explota. "Cuando vi la primera explosión fui consciente del peligro real
de las minas para las personas. Me pareció tremenda y eso que algunos
compañeros decían que no era de las más fuertes, que las hay mucho
peores", puntualiza LIaughiha.
La joven bióloga convertida en desminadora regresó al trabajo en enero de
este año, en una nueva misión que se prolongó hasta el 21 de marzo, en la que
admite que ya ha encontrado muchas minas.
- ¿Crees que es difícil hacer este
trabajo?
- Bueno, si una es como yo no es tan
difícil –responde con soltura.
- ¿Por qué?
- Porque soy joven, a mí me gusta
trabajar, levantarme con el objetivo de hacer algo y además esto es bueno para los
demás, estamos salvando vidas, a los animales, al medio ambiente…
- ¿Y ha cambiado algo en ti?
LIaughiha lo piensa por un momento y responde que no. “Soy la misma”,
asevera. Pero no olvida aquella imagen que vio cuando era una niña. "Lo
que más me preocupa son los accidentes, cuando se pierde un brazo o una pierna.
Eso es lo que me asusta. Como mujer es más difícil vivir así el día a día. Lo
realmente problemático para nosotras son las consecuencias de las minas".